origen de las armas de fuego.
Todo comenzó intentando descubrir el secreto del misterioso "fuego griego".
Las investigaciones del erudito Howard L. Blackmore (1965), hacen suponer que se conocían en China desde el siglo XI las mezclas pirotécnicas de salitre, azufre y carbón, donde fueron empleadas como explosivos de escasa potencia. Según crónicas de los siglos XII y XIII relatan que dichas mezclas explosivas se utilizaron para la impulsión en armas rudimentarias de bambú, para el lanzamiento de ciertos proyectiles.
El conocimiento tecnológico de la pólvora y su aplicación práctica como explosivo o propulsor, posiblemente llegó a Europa a finales del siglo XII o principios del XIII mediante la intervención de los científicos árabes.
el "fuego griego", la misteriosa y devastadora mezcla que hizo que
Bizancio contuviera durante siglos las pretensiones expansivas árabes
Lo anterior es conjetura lógica, pero también lo es la teoría que algunos eruditos, por ejemplo C. Zenghelis en "Le Feu Grégois et les armes à feu des Byzantins", Byzantion, tomo VII, Bruselas, 1932; abogan por un desarrollo científico paralelo en diferentes lugares con la intención de descubrir el secreto del misterioso "fuego griego", la misteriosa y devastadora mezcla que hizo que Bizancio contuviera durante siglos las pretensiones expansivas árabes.
El origen de esta misteriosa mixtura está encriptado o escondido en las obras de Alberto Magno, Rogerio Bacon y Marco Greco (siglo XIII). "Incipit liber ignium, a Marco Graeco desriptus, cujus virtus et efficacia ad comburendos hostes, tam in mari quam in terra, plurimum efficax reperitur, quorum primus hic est" (Comienza el libro del fuego, descrito por Marco Greco, cuya virtud y eficacia para aniquilar a los enemigos, tanto en la mar como en la tierra, se revela sumamente útil y es el primero de cuantos tratan sobre este tema).
Este manuscrito es del siglo XIII, siglo al que se remontan las fórmulas de las mezclas con base de salitre, seguramente traídas por algún habilidoso e ilustrado espía de la época.
Al avanzar hacia el siglo XIV encontramos crónicas sobre la utilización de las mezclas explosivas como artifício bélico.
Los modelos más antiguos de armas de fuego se encuentran en dos manuscritos de Walter de Milimete (1326), capellán de Eduardo III de Inglaterra: "De Secretis Secretorum" de Aristóteles, donde se encuentra un cañón en forma de tinaja colocada sobre un soporte de madera con cuatro patas; "De Nobilitatibus, Sapientiis et Prudentiis Regun", el cañón tiene la misma forma y tiene una flecha en el interior, de menor tamaño que el anterior y colocado sobre un caballete. En ambas ilustraciones un precavido soldado aproxima al fogón un trozo de yesca o mecha atada al extremo de un palo largo.